domingo, 2 de mayo de 2010

Bandada marina/ 30-04-2010.


El concierto, con el estupendo marco proporcionado por el Teatro Arbolé, servía de puesta de largo de Bandada Marina, el nuevo proyecto y disco de Foncho Casasnovas. Le acompañaba entre otros Jaime Lapeña, compañero también en la banda El Bosque y entre nosotros, "el Steve Wickham español", aunque el violinista de The Waterboys, aunque de apabullante bagaje, seguro carece de la versatilidad de este hombre. El disco que se presentaba, ofrece un acercamiento absolutamente libre y diverso al “folk”, por decirlo de alguna manera. Para mí, es una de esas obras singulares que como por ejemplo, Clandestino de Manu Chao o Vs. El Monstruo de las Ramblas de Facto de la Fe y las Flores Azules, sin tener nada que ver, comparten esa especie de comunión entre tradiciones musicales muy diferentes entre sí, pero que se aúnan con total naturalidad con esa cadencia como de cadena de bicicleta, vamos, que llegas más tarde a tu destino pero disfrutas más del paisaje.

El cedé, de sonido principalmente acústico, cocinado con tranquilidad y entre amigos, es un poco también un viaje de trayecto corto, pero en el que caben muchas cosas, desde los recuerdos de juventud hasta las instantáneas de un monte tempranero, desde los paseos urbanos que saben a barrio hasta las caminatas que serpentean hasta el próximo pueblo. Y en el concierto, fantástico, hubo el mismo ambiente familiar y la misma complicidad. Siguiendo las canciones tal y como aparecen en el disco, se fueron sumando valiosos colaboradores hasta cerrar el circulo con Fisherman´s Blues.

Y es curioso, porque al día siguiente, “celebrando” el día del trabajador en el campo con mi familia, guarecidos del sol junto a la gran Higuera y vigilados por unos alberjeros, ya desprovistos de todas las flores, repetí un sentimiento parecido al del concierto. Mi cuñado puso una cinta que le grabé hace tiempo, y mientras dábamos buena cuenta del pollo empanado, fueron sonando Levellers, Black 47, Dropckick Murphys o la Oysterband y aquello era lo mejor, por eso mis sobrinas, con apenas dos y tres años, movían la cabeza advirtiendo lo buenas que eran esas canciones y por supuesto, al compás de ese fiddle que se venía arriba.

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